Hay días en los que una no sabe si la necesidad de dulce es existencial o cíclica, estando como estamos las mujeres supeditas al influjo de la luna, los astrólogos y el agotamiento mensual.
Sospecho que a mi madre le pasaba lo mismo, quiticientos años atrás, cuando se inclinaba al borde de la cama y le exigía a mi padre (a mi padre! que no sabía más que hacer sopa en sobre y bifecitos...) una galleta, un chocolate, algo que la tranquilizara.
Esta es la primera receta de galletas extraída de internet (recurso masculino si los hay) que se probó en casa. El nombre responde a la definición de Rosa Montero -la imaginación es la loca de la casa- así como al cariño con el que nos trató el siempre cuerdo lado masculino de la familia.
A la receta:
1 tza. mantequilla a temperatura ambiente
1/2 tza. azúcar blanca
1/2 tza. azúcar morena
2 huevos
1/2 tza. mantequilla de maní
1 clla. extracto de vainilla
2 tzas. de harina
1 clla. polvo de hornear
1 clla. sal
1/2 clla. canela molida
1/2 tza. maní tostado y picado
1/2 tza. chocolate amargo picado en trozos (puede ser Águila o Para Tí repostero)
3 tzas. avena molida en licuadora
Cómo preparar esta locura:
Batir a crema la mantequilla con los azúcares, añadir los huevos uno a la vez, seguir batiendo para incorporar la mantequilla y el extracto de vainilla.
En un bol combinar la harina, sal, polvo de hornear y canela, añadir la crema obtenida de a poco, incorporar el maní, chocolate y avena. Se debe obtener una masa cremosa, si tiene demasiados grumos aumentar un poco de leche para unir. Refrigerar una hora.
Precalentar el horno a 190 C. Enmantequillar bandejas para horno y colocar bolitas de masa a 3cm de distancia unas de otras -mi prosaico padre colocaba una cucharada de masa directamente, pero recomendamos amasar las bolitas y presionar la cuchara encima para que tengan la misma altura- y hornear 10-12 min.
Una vez horneadas dejar enfriar unos minutos en la bandeja antes de colocarlas en otro lugar para que se enfríen por completo. Resultan mejor si luego se las guarda en un recipiente cerrado, así se mantienen blanditas hasta su dulce final. La receta da 50 galletas, que duran, si Uds. tienen una familia tan loca como la mía, exactamente 50 minutos.
domingo, 28 de septiembre de 2008
lunes, 15 de septiembre de 2008
Pollo que no sepa a tal
Como la foto lo demuestra, el pollo puede verse delicioso y saber completamente diferente a lo que nuestro paladar acostumbra esperar. La foto, (y no es la primera vez en este blog), no tiene que ver y sí tiene que ver con una receta que me recuerda a esta necesidad de variar/ocultar el sabor anodino de esta carne en específico.
Porqué desear enmascararla? Por una cuestión de refinamiento. Es decir, para no aburrirnos cuando sólo hay pollo y maní crudo en la heladera.
Pollo que no sepa a tal
Utensilio específico: una jeringa
Ingredientes:
Vinagre con sal
2 tzas. o más de maní crudo, pelado y sin cáscara (esto se consigue remojando al maní en agua tibia)
2 cdas. comino en grano
2 vainas de ají amarillo remojado y desvenado.
1 pollo entero, despresado
Preparación:
Inyectar al pollo con la mezcla de vinagre y sal en todas las presas con ayuda de la jeringa. El jugo debe penetrar en la carne.
Licuar el resto de los ingredientes con un poco de agua.
En una fuente para horno, acomodar las presas y cubrir con la pasta obtenida. Dejar reposar de un día para el otro. Hornear hasta que los jugos del pollo sean completamente transparentes y el dorado se vea apetitoso.
Esta receta es simple, el marinado ayuda a prepararla y olvidarse. El sabor será fuerte, recordando un poco a otro animal más noble y entretenido, el cerdo. Sobre el cerdo no tengo de qué quejarme, aunque no pueda ser plato diario por razones de peso, ciertamente su versatilidad lo hace más que apetecible...
Porqué desear enmascararla? Por una cuestión de refinamiento. Es decir, para no aburrirnos cuando sólo hay pollo y maní crudo en la heladera.
Pollo que no sepa a tal
Utensilio específico: una jeringa
Ingredientes:
Vinagre con sal
2 tzas. o más de maní crudo, pelado y sin cáscara (esto se consigue remojando al maní en agua tibia)
2 cdas. comino en grano
2 vainas de ají amarillo remojado y desvenado.
1 pollo entero, despresado
Preparación:
Inyectar al pollo con la mezcla de vinagre y sal en todas las presas con ayuda de la jeringa. El jugo debe penetrar en la carne.
Licuar el resto de los ingredientes con un poco de agua.
En una fuente para horno, acomodar las presas y cubrir con la pasta obtenida. Dejar reposar de un día para el otro. Hornear hasta que los jugos del pollo sean completamente transparentes y el dorado se vea apetitoso.
Esta receta es simple, el marinado ayuda a prepararla y olvidarse. El sabor será fuerte, recordando un poco a otro animal más noble y entretenido, el cerdo. Sobre el cerdo no tengo de qué quejarme, aunque no pueda ser plato diario por razones de peso, ciertamente su versatilidad lo hace más que apetecible...
lunes, 8 de septiembre de 2008
Cocinar me trae recuerdos
Cocinar, sostienen los que saben, es un pretexto para rememorar el pasado. Sentados a la mesa, no hay placer más antiguo y contradictorio que el de hablar de los platos que se han comido, en lugar de alabar y pensar en aquello que nos vamos a comer en el instante del convivio.
El placer zen de comer una nuez fresca, recién sacada de su envoltura, (pensando en que nosotros somos quienes la han visto y saboreado por primera vez y que nadie la verá ni probará una vez la hayamos introducido en nuestra boca), nos es un placer ajeno.
Nuestra filosofía del apetito se deleita con las cosas que comimos, tanto así, que a veces las preparamos de nuevo, sólo para retro-traer las circunstancias en las que las preparamos por primera vez...
Como este gratín de papas con queso de cabra y ajo:
Ingredientes:
1 tza. de leche entera
1 tza. de crema fresca
1 tza. de queso de cabra desmigajado
1 diente de ajo finamente picado
1 1/2 cta. de sal
3/4 cta. de pimienta molida
1/8 cta/ nuez moscada molida
1 kilo de papas, peladas y cortadas en rodajas finas
Preparación:
En un bol combinar todos los ingredientes menos las papas, batir bien. En mantequillar generosamente una fuente de horno y disponer un tercio de las papas, sobrelapándolas y cubriendo bien la superficie. Verterles encima un tercio de la mezcla de leche y crema. Repetir el proceso dos veces más. Llevar al horno caliente, sin cubrir con nada, a fuego medio durante 1 hora y 1/2 o asta que la superficie esté dorada.
Esta receta la preparé por primera vez estrenando cocina en mi apartamento universitario, como inspiración le puse un par de hojas de albahaca a mitad de la cocción, quilquiña también le vendría bien. Le gana a las papas doradas con manteca que hacen en la argentina, y a cualquier pastel de papas que puedan tener bajo la manga. Es un plato simple, casi austero, no apto para gente que piensa en las calorías antes que en los sabores, o los recuerdos. Posee la virtud de que, comida por primera vez, ya nos está haciendo recuerdo a algo, impreciso y borroso, como un dejá vu (dejá gouté?) del paladar.
Nota: La foto no tiene desperdicio, aunque si se le van a poner cebollas, es aconsejable reducir la cantidad de queso de cabra y dorarlas un poquito antes, 1/2 tza. de rodajitas de cebolla blanca bastarán.
El placer zen de comer una nuez fresca, recién sacada de su envoltura, (pensando en que nosotros somos quienes la han visto y saboreado por primera vez y que nadie la verá ni probará una vez la hayamos introducido en nuestra boca), nos es un placer ajeno.
Nuestra filosofía del apetito se deleita con las cosas que comimos, tanto así, que a veces las preparamos de nuevo, sólo para retro-traer las circunstancias en las que las preparamos por primera vez...
Como este gratín de papas con queso de cabra y ajo:
Ingredientes:
1 tza. de leche entera
1 tza. de crema fresca
1 tza. de queso de cabra desmigajado
1 diente de ajo finamente picado
1 1/2 cta. de sal
3/4 cta. de pimienta molida
1/8 cta/ nuez moscada molida
1 kilo de papas, peladas y cortadas en rodajas finas
Preparación:
En un bol combinar todos los ingredientes menos las papas, batir bien. En mantequillar generosamente una fuente de horno y disponer un tercio de las papas, sobrelapándolas y cubriendo bien la superficie. Verterles encima un tercio de la mezcla de leche y crema. Repetir el proceso dos veces más. Llevar al horno caliente, sin cubrir con nada, a fuego medio durante 1 hora y 1/2 o asta que la superficie esté dorada.
Esta receta la preparé por primera vez estrenando cocina en mi apartamento universitario, como inspiración le puse un par de hojas de albahaca a mitad de la cocción, quilquiña también le vendría bien. Le gana a las papas doradas con manteca que hacen en la argentina, y a cualquier pastel de papas que puedan tener bajo la manga. Es un plato simple, casi austero, no apto para gente que piensa en las calorías antes que en los sabores, o los recuerdos. Posee la virtud de que, comida por primera vez, ya nos está haciendo recuerdo a algo, impreciso y borroso, como un dejá vu (dejá gouté?) del paladar.
Nota: La foto no tiene desperdicio, aunque si se le van a poner cebollas, es aconsejable reducir la cantidad de queso de cabra y dorarlas un poquito antes, 1/2 tza. de rodajitas de cebolla blanca bastarán.
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