viernes, 30 de noviembre de 2007

mudanzas


qué extraño es ver llover desde un jardín desconocido, con pilas de cajas alrededor. Casi no dan ganas de hacer nada, aunque, invariablemente, el ritual de limpiar y poner en orden la nueva cocina implique dejar haciéndose algo, que celebre el descanso tras el trajín, tras tanto empolvarse entera deseando un buen café, de preferencia orgánico y a la usanza árabe: tres chucaradas de café molido por dos de azúcar morena en 1 litro de agua hirviente, colado y en el termo para ir tirando. Así, tras descubrir un sitio y a una persona increíbles, les paso una receta que me hizo recuerdo a las situaciones improvisadas, donde hay que escarbar mochilas para encontrar la sal, por ejemplo y donde se añade a la olla lo primero -y básico- que se tenga a mano... en este caso papas, aceite de oliva y hierbas de provenza.


Hervir las papas con cáscara en agua con sal hasta que estén lo suficientemente tiernas como para pasar un cuchillo a través de ellas, pero no demasiado. Aplastarlas con cáscara y dorarlas en una sartén grande, de un lado y del otro como en una especie de tortilla. Salar y condimentar con las hierbas que se tengan a mano. Si hay, acompañar con rajitas de queso frito y tomate. Darse tiempo para sentarse a comer. De ser posible, sentir el plato humeante entre las manos como lo que es, una delicia, un alivio...

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